El día estaba frío, recuerdo que era septiembre, pasado de la quincena, recuerdo que con solo pensar en verla los colores volvían a mi rostro, ya no era mi polola pero no podía resistirme a tomar un bus que me separaba de ella por solo una hora veinte minutos. Como de costumbre me hizo esperar más de la cuenta, sabía que eso iba a pasar, hace rato que ya no era puntual en realidad jamás lo había sido, esa era otra de las cosas que me encantaba de ella, sabía que yo la esperaría.
Nuevamente la Avda. Argentina me cobijó, caminé por largo rato, me perdía por las calles de Valparaíso por lo tanto jamás me alejé tanto como para no saber por donde regresar...un "hola" me sorprendió por la espalda, me giré y como siempre su sonrisa traviesa, malcriada me daba directo al corazón, torpemente me acerqué, no sabía si abrazarla, besarla en sus labios que ya no me pertenecían, tomarle la mano, ella lo resolvió, me envolvió con su cuerpo y al oído me susurra..."disculpa, pero ya sabes, no logro llegar a la hora"...y sonrió...de la nada y sin previo aviso, me toma de la mano y me hizo seguirla...creo que la costumbre de guiarme por su ciudad era más fuerte a la realidad de que ya no éramos nada...
Las horas a veces pasan más rápido de lo que la memoria es capaz de recordar, puedo decir que a parte del frío no recuerdo mucho de ese día, no sé en qué momento estábamos frente a una reja negra, que impedía el paso a un pasillo interno de una galería que no tenía más iluminación que un letrero que decía "tattoos", tragué saliva y con mi mejor rostro para seguir con mi mentira le dije..."claro que puedo, un piercing no me daña"...en realidad en ese momento no tenía ninguno, no tenía forma de saber si me iba a doler o no...en realidad, tenerla cerca me anestesiaba, creo que hubiese podido tatuar mi cuerpo completo sin sentir ni el más mínimo dolor, un pequeño agujerito en mi piel era solo un detalle. Con una mirada de susto me indica que ella lo hará primero, recordé su miedo a las agujas, me tomó de la mano, sentí su temblor, luego me abrazó y me dio las gracias..."sin ti no lo haría"...Yo la seguí, desde ese día llevo un lindo aro en mi oreja derecha...ni siquiera sentí el pinchazo, en realidad no lo sentí.
Se nos hizo de noche, yo tenía que volver a la realidad de Santiago, ese Santiago en el que ya no éramos nada, ni amigas, apenas unas conocidas que estaban dedicando tiempo a banalidades, en un puerto que pintaba de esperanza los momentos que pasábamos juntas...
Un tipo de la nada nos habló, recuerdo que estaba muy sucio, pintaba con un carboncillo unos cuadros de la ciudad, nos miró fijamente y nos dijo..."les gusta alguno"...entablamos una conversación...sorpresivamente nos pregunta..."hace cuanto que son pareja???"...ella con toda seguridad le dice..."Ya no somos pareja"..."somos...(un silencio doloroso interrumpió su respuesta)...somos...amigas"... En ese minuto sentí mil agujas que traspasaban mi cuerpo, cada poro de mi cuerpo sintió el frió porteño, cada centímetro de mi piel sentía el calor de la herida...simplemente logré dibujar una sonrisa en mi rostro, simulé estar entretenida en un aparador cercano, no entendía como a un extraño le respondía una pregunta que era tan personal, jamás fue capaz de hablar de "nosotras"...cuando lo éramos y ahora que no había un nosotras...lo podía decir con una frialdad que solo era superado por el ambiente del puerto. Se demoró un rato más en despedirse del desconocido, éste envolvió en un paquete sucio uno de sus cuadros y se lo entregó...yo estaba lejos, mirando por una vitrina algo que la verdad no recuerdo, mi cuerpo estaba ahí, pero mi mente en otro mundo, buscando refugio o quizá un lugar donde silenciar mi pena..."Ya no somos pareja...Somos amigas"...frase que retumbaba en mi corazón. En silencio crucé la calle, me tomó de la mano, como lo hizo tantas veces en que sabía que mis manos estarían calientes para temperar las suyas que siempre estaban heladas, sabía que eso sucedería, hasta mi temperatura estaba dispuesta a responder a sus necesidades.
No tengo idea por qué en ese lugar siempre tuve que esperar, mi bus se retrasó como siempre...el silencio era incomodo, le pedí que me dejara sola, con desconcierto me dijo que me acompañaría hasta que me subiera a ese bus que me traería de regreso a mi hogar...me abrazó, nos sentamos en el suelo y nos besamos...como cuando si éramos algo...como en el pasado, no, en realidad parecía que ahora no le importaba nada, antes estaba casi prohibido acercarnos tanto en lo público...antes...cuando no dolía. Por fin llegó la hora, no pude disimular mis ganas de no separarme de ella...antes de subir, cuando estaba a un paso del primer escalón me dice..."Toma..."...y yo recibo el sucio paquete...aun el carboncillo manchaba el papel y se quedó en nuestras manos...
Esperé un rato, las luces de la ciudad quedaban atrás, la carretera me recibía con la promesa de dejar mi pasado atrás...abrí el paquetito y había un dibujo de un ascensor porteño...tanto me gustaban que me regaló uno para que lo tuviera conmigo...algo me hizo mirar el reverso del dibujo y veo que con su letra que siempre fue un desastre escribía para mí una despedida...
"Para que recuerdes esta ciudad...y que a pesar de todo, acá hay alguien que siempre pensará en ti"..."Te amo".
No he vuelto a pisar un ascensor porteño...
Imagen desde: http://www.artelista.com/obra/8726990693706604-valparaiso-ascensor.html